"Porque las ideas maduradas dicen más de nosotros mismos, pero menos de la realidad"

lunes, 13 de septiembre de 2010

Telecinco inventa la televisión en 4-D

En la era de las telecomunicaciones y los avances tecnológicos, y cuando la televisión en 3-D ya es una realidad, el canal de televisión español Telecinco, ha logrado ir un paso más allá, y ha conseguido ofrecer a sus televidentes la cuarta dimensión de la televisión, que en este caso es una sensación: el olor.

Y es que los investigadores de la cadena de Fuencarral han logrado, mediante la combinación de la imagen y el sonido, producir en el espectador un estímulo extraordinariamente parecido al que se produce cuando se encuentra próximo a nosotros un cuerpo en avanzado estado de descomposición. Gracias a este avance, la pantalla amiga ha logrado fundar el Imperio de la Telebasura.


Pero, evidentemente, para que semejante estercolero tenga éxito, es necesario un mercado potencial, y eso lo intuyó desde el principio el depredador televisivo Paolo Vasile, el jefe de toda esta cloaca mediática que ha logrado nada menos que convertirse en uno de los valores en alza de la Bolsa española. El veneciano, como buen extranjero, descubrió antes que nadie las bondades y defectos de los españoles, y comprobó el alto porcentaje de población que incluía los excrementos entre sus gustos culinarios. Como donde hay demanda hay oferta, Vasile, sin ningún tipo de rubor, decidió suministrar a los coprófagos el producto que demandaban: la basura; y lo hizo en cantidades industriales.

El producto estrella de la cadena es un engendro donde lo único razonable es el título: Sálvame (parece que lo hayan puesto sus detractores, porque precisamente es en lo que uno piensa cuando lo ve, en salvarse). El guión de este subproducto es de lo más sencillo: dos mesas, una a cada lado del decorado, donde cinco o seis personajes que comparten impudor, desvergüenza, incultura y afán de protagonismo a partes iguales, opinan sobre lo divino y lo humano, con la particularidad de no tener ni la más remota noción del tema del que están hablando; cuánto más lo desconocen, más interesantes resultan sus disertaciones. La única norma del programa es hablar lo más alto posible y utilizando la jerga más zafia, y si pueden hablar varios a la vez, mejor.

El jefe de pista de todo esta inmundicia es un personaje que se desenvuelve como pez (o más bien sanguijuela) en el agua, y que responde al nombre de Jorge Javier Vázquez. Es este un digno homosexual habitual defensor de su propia intimidad, cuando ha forjado su carrera despellejando públicamente personajes de toda índole, sin respetar el más mínimo derecho elemental del ser humano. Jorgeja es el adalid de la telemierda, pionero en España en un género que sumerge al espectador en el corazón de la putrefacción y lo convierte en parte de un entramado pueril que además dicen que crea adicción. Pero Jorgeja es digno, y lejos de asumir su rol en este maloliente ambiente, defiende este tipo de programación, que él llama "neorrealismo televisivo".

Colaboradores de "Sálvame", perpetrando uno de sus habituales despropósitos, junto al sumo sacerdote de la telebasura.

El personaje estrella de este inodoro, como no podía ser menos, es una verdulera semianalfabeta que parece recién sacada de una película de terror, y cuya relevancia se debe a que tuvo una hija con un torero. Ese es todo su bagaje y currículum. Mientras periodistas de carrera se las afanan para conseguir un puesto de redactor en un periódico de provincias, Telecinco convierte en estrella de su programación a un personaje que ha convertido la mala educación, la incultura y el oportunismo en sus señas de identidad. Un personaje que tiene la particularidad de convertir en grosero cualquier tema que pase por sus siliconadas fauces. Pero un personaje que mantiene una curiosa relación de simbiosis con el coprófago/espectador: ella les proporciona su ración diaria de excrementos mientras ellos engordan abundantemente su cuenta corriente.

Viendo el éxito de su escatológica oferta, la pantalla amiga ha prolongado la duración de este pseudoespacio, que debe andar ya por las cinco o seis horas de duración. El resto de su programación constituye un aderezo de Sálvame, en ocasiones apoyado por series de producción propia basadas en desgracias reales y recientes, como accidentes aéreos o muertes de famosos, mostrando una impunidad y una falta de respeto por los sentimientos ajenos que nos hacen temer cual puede ser su próxima invención. Eso sí, su colaboración a la desintegración cultural de este país ha sido incuestionable.

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