Recientemente ha salido a la venta un libro que a la vista de un lector poco interesado por el tema podría parecer una crónica más de la Guerra Civil Española en una ciudad cualquiera de nuestro país, pero no es así. El libro en cuestión se titula La matanza de Badajoz ante los muros de la propaganda, y sus autores son Francisco Pilo, Moisés Domínguez y Fernando de la Iglesia.
Comencé a seguir las andanzas de Francisco Pilo Ortiz (Badajoz, 1957), cuando, buscando información para un artículo sobre las matanzas de Badajoz acontecidas en la ciudad extremeña tras la toma de la ciudad por las tropas franquistas en 1936, la mayoría de las búsquedas me conducían a un blog (este concretamente; no me importa hacerle publicidad porque no tiene desperdicio) en el que se abordaban todos los temas relacionados con el suceso con una rabia y un odio que me llevaron a querer seguir profundizando para averiguar qué mente podía ser destinada a proporcionar esa información gestionada con tanto resquemor y mala uva.
La búsqueda me llevo a un individuo, el tal Francisco Pilo, un policía (nacional o municipal, tampoco importa mucho) que había dedicado muchos años de su vida a investigar la historia de su ciudad, publicando algunas obras decentes como una sobre la alcazaba pacense: Un paseo por la alcazaba árabe de Badajoz. Si no me equivoco el primer trabajo serio de Pilo sobre la guerra civil fue Ellos lo vivieron: sucesos en Badajoz durante los meses de julio y agosto de 1936, narrados por personas que los presenciaron, donde mostró algunos retazos de investigación propia sobre los tristes sucesos de la capital pacense.
A grandes rasgos, cuando las tropas nacionales (la redirección me parece más correcta) tomaron la ciudad en su avance desde Andalucía a través de Extremadura, se produjo en Badajoz uno de los episodios más bárbaros de toda la contienda: el entonces coronel Juan Yagüe -que quedó retratado como el carnicero de Badajoz- ordenó la ejecución de un número indeterminado de población civil, muchos de los cuales nada tenían que ver con la contienda. Las cifras más altas hablan de 4.000 represaliados, mientras que revisionistas furibundos como Pío Moa las reducen a unos cientos. El caso es que periodistas internacionales que cubrían el conflicto en tierras extremeñas enviaron a sus diarios terroríficas crónicas describiendo las matanzas masivas acaecidas allí, muchas de las cuales localizadas en la antigua plaza de toros de la ciudad. Eso se llama genocidio.
Siendo justos, el libro de Pilo contaba episodios del macabro suceso que tenían toda la pinta de ser verídicos, y se centraba muy mucho en la tragedia humana que vivieron aquellas pobres gentes a manos del ejército de África, compuesto por salvajes regulares moros y legionarios que cayeron como buitres sobre la indefensa población civil, dirigidos por unos mandos crueles curtidos en el norte africano, Antonio Castejón Espinosa y Carlos Asensio Cabanillas, a las órdenes de Yagüe en lo que Francisco Espinosa Maestre definió acertadamente como La columna de la muerte
Lo cierto es que tras este libro, la actitud de Pilo dio un giro radical. Mis pesquisas me sugieren que se sintió ninguneado y humillado por otros historiadores (él no lo es) y en especial por Espinosa Maestre, blanco habitual de los ataques de Pilo. Parece que tampoco las instituciones dieron demasiada importancia al trabajo del policía, que a partir de entonces comenzó su propia cruzada contra la historia que se conocía de la masacre de Badajoz, que a partir de entonces fue para él "propaganda republicana".
El blog de Francisco Pilo es un auténtico ejercicio de incitación al odio, de rabia incontenida, de resentimiento y de venganza contra todo lo que considera "rojo" o "bolchevique", como él mismo gusta decir. Entre los adjetivos que utiliza para lo que otros llaman bando republicano destacan cariñosos apelativos como terrorismo marxista, quemaconventos y perlas similares. Historiadores del prestigio de Espinosa, Preston o Reig Tapia son para él asalariados del régimen, propagandistas o cazasubvenciones (curiosa obsesión la del euro en este hombre), la memoria histórica es memoria histérica y quienes exhuman fosas comunes en busca de los restos de sus antepasados fusilados son desenterradores que solo buscan una paga del Estado. Así se las gasta el amigo Pilo.
Pero lo que más me ha indignado de toda esta inmundicia es el trato que se permite dar a personajes que perdieron la vida durante el genocidio de Badajoz: el alcalde Sinforiano Madroñero y el diputado del PSOE Nicolás de Pablo. Ambos huyeron a Portugal cuando la caída de la ciudad era inevitable, pero fueron localizados por la policía salazarista y devueltos a Badajoz, donde un pelotón de falangistas los fusiló en un frontón. Pilo se permite apodarlos "el Sinfo" y "el Nico", y no duda en arremeter con saña contra ellos acusándoles de peseteros, traidores, cobardes, y un sinfín de insultos con el que su única intención parece ser volver a fusilarles. ¿Qué historiador puede poner motes a personajes históricos, desprestigiarlos y juzgarlos a pesar de haber sido fusilados precisamente sin juicio? Pilo se ha comprometido definitivamente en la historia, la intenta modificar, manifiesta su odio y escribe con saña. Esto, definitivamente, le inhabilita como historiador, y no porque no haya pisado una universidad en su vida (puedo permitir calificar como historiador a alguien que escribe sobre la historia, aunque no sea licenciado) sino porque su resentimiento le ha llevado a ser protagonista directo de la misma, y eso, amigo Pilo, te descarta como narrador de acontecimientos y te convierte en juez y parte.
De sus opiniones sobre la política actual, mejor pasar página, ni siquiera se le puede considerar derechista, pues los actuales peperos son demasiado blandos para él: él está a la derecha de la derecha. Su última joya ha sido solidarizarse con Eduardo García Serrano, nada menos que el cafre que llamó "guarra, puerca y zorra" a la Consejera de Sanidad de la Generalidad de Cataluña durante una "tertulia" de Intereconomía. "Todos somos Eduardo García Serrano" reza su surrealista manifiesto.
Con respecto al libro, confieso que no lo he leído, pero conociendo los precedentes, lo puedo sintetizar. Pilo lleva años recolectando cualquier información que pueda desmentir cualquiera de las versiones que hasta ahora han prevalecido sobre los sucesos de Badajoz: las de los periodistas Jay Allen (foto de la derecha), Jacques Berthet, John T. Whitaker, Marcel Dany y, sobre todo, el portugués Mário Neves. Los métodos de Pilo consisten en la gestión de todo material que pueda justificar sus teorías, y en la ocultación de toda información que pueda contradecirlas. Con estas premisas, y a pesar de que La matanza de Badajoz ante los muros de la propaganda se promociona como "el único trabajo hasta ahora que ha investigado todas y cada una de las fuentes periodísticas, militares y testimoniales disponibles", podemos hacernos una idea de lo que nos encontraremos en su interior, para que a nadie le pille de sorpresa. Tampoco desanimo a nadie a leerlo, porque es la mejor manera de comprobar el grado de credibilidad que alcanza. Yo, si tengo estómago, también lo haré.
Comencé a seguir las andanzas de Francisco Pilo Ortiz (Badajoz, 1957), cuando, buscando información para un artículo sobre las matanzas de Badajoz acontecidas en la ciudad extremeña tras la toma de la ciudad por las tropas franquistas en 1936, la mayoría de las búsquedas me conducían a un blog (este concretamente; no me importa hacerle publicidad porque no tiene desperdicio) en el que se abordaban todos los temas relacionados con el suceso con una rabia y un odio que me llevaron a querer seguir profundizando para averiguar qué mente podía ser destinada a proporcionar esa información gestionada con tanto resquemor y mala uva.
La búsqueda me llevo a un individuo, el tal Francisco Pilo, un policía (nacional o municipal, tampoco importa mucho) que había dedicado muchos años de su vida a investigar la historia de su ciudad, publicando algunas obras decentes como una sobre la alcazaba pacense: Un paseo por la alcazaba árabe de Badajoz. Si no me equivoco el primer trabajo serio de Pilo sobre la guerra civil fue Ellos lo vivieron: sucesos en Badajoz durante los meses de julio y agosto de 1936, narrados por personas que los presenciaron, donde mostró algunos retazos de investigación propia sobre los tristes sucesos de la capital pacense.
A grandes rasgos, cuando las tropas nacionales (la redirección me parece más correcta) tomaron la ciudad en su avance desde Andalucía a través de Extremadura, se produjo en Badajoz uno de los episodios más bárbaros de toda la contienda: el entonces coronel Juan Yagüe -que quedó retratado como el carnicero de Badajoz- ordenó la ejecución de un número indeterminado de población civil, muchos de los cuales nada tenían que ver con la contienda. Las cifras más altas hablan de 4.000 represaliados, mientras que revisionistas furibundos como Pío Moa las reducen a unos cientos. El caso es que periodistas internacionales que cubrían el conflicto en tierras extremeñas enviaron a sus diarios terroríficas crónicas describiendo las matanzas masivas acaecidas allí, muchas de las cuales localizadas en la antigua plaza de toros de la ciudad. Eso se llama genocidio.
Siendo justos, el libro de Pilo contaba episodios del macabro suceso que tenían toda la pinta de ser verídicos, y se centraba muy mucho en la tragedia humana que vivieron aquellas pobres gentes a manos del ejército de África, compuesto por salvajes regulares moros y legionarios que cayeron como buitres sobre la indefensa población civil, dirigidos por unos mandos crueles curtidos en el norte africano, Antonio Castejón Espinosa y Carlos Asensio Cabanillas, a las órdenes de Yagüe en lo que Francisco Espinosa Maestre definió acertadamente como La columna de la muerte
Lo cierto es que tras este libro, la actitud de Pilo dio un giro radical. Mis pesquisas me sugieren que se sintió ninguneado y humillado por otros historiadores (él no lo es) y en especial por Espinosa Maestre, blanco habitual de los ataques de Pilo. Parece que tampoco las instituciones dieron demasiada importancia al trabajo del policía, que a partir de entonces comenzó su propia cruzada contra la historia que se conocía de la masacre de Badajoz, que a partir de entonces fue para él "propaganda republicana".
El blog de Francisco Pilo es un auténtico ejercicio de incitación al odio, de rabia incontenida, de resentimiento y de venganza contra todo lo que considera "rojo" o "bolchevique", como él mismo gusta decir. Entre los adjetivos que utiliza para lo que otros llaman bando republicano destacan cariñosos apelativos como terrorismo marxista, quemaconventos y perlas similares. Historiadores del prestigio de Espinosa, Preston o Reig Tapia son para él asalariados del régimen, propagandistas o cazasubvenciones (curiosa obsesión la del euro en este hombre), la memoria histórica es memoria histérica y quienes exhuman fosas comunes en busca de los restos de sus antepasados fusilados son desenterradores que solo buscan una paga del Estado. Así se las gasta el amigo Pilo.
Pero lo que más me ha indignado de toda esta inmundicia es el trato que se permite dar a personajes que perdieron la vida durante el genocidio de Badajoz: el alcalde Sinforiano Madroñero y el diputado del PSOE Nicolás de Pablo. Ambos huyeron a Portugal cuando la caída de la ciudad era inevitable, pero fueron localizados por la policía salazarista y devueltos a Badajoz, donde un pelotón de falangistas los fusiló en un frontón. Pilo se permite apodarlos "el Sinfo" y "el Nico", y no duda en arremeter con saña contra ellos acusándoles de peseteros, traidores, cobardes, y un sinfín de insultos con el que su única intención parece ser volver a fusilarles. ¿Qué historiador puede poner motes a personajes históricos, desprestigiarlos y juzgarlos a pesar de haber sido fusilados precisamente sin juicio? Pilo se ha comprometido definitivamente en la historia, la intenta modificar, manifiesta su odio y escribe con saña. Esto, definitivamente, le inhabilita como historiador, y no porque no haya pisado una universidad en su vida (puedo permitir calificar como historiador a alguien que escribe sobre la historia, aunque no sea licenciado) sino porque su resentimiento le ha llevado a ser protagonista directo de la misma, y eso, amigo Pilo, te descarta como narrador de acontecimientos y te convierte en juez y parte.
De sus opiniones sobre la política actual, mejor pasar página, ni siquiera se le puede considerar derechista, pues los actuales peperos son demasiado blandos para él: él está a la derecha de la derecha. Su última joya ha sido solidarizarse con Eduardo García Serrano, nada menos que el cafre que llamó "guarra, puerca y zorra" a la Consejera de Sanidad de la Generalidad de Cataluña durante una "tertulia" de Intereconomía. "Todos somos Eduardo García Serrano" reza su surrealista manifiesto.
Con respecto al libro, confieso que no lo he leído, pero conociendo los precedentes, lo puedo sintetizar. Pilo lleva años recolectando cualquier información que pueda desmentir cualquiera de las versiones que hasta ahora han prevalecido sobre los sucesos de Badajoz: las de los periodistas Jay Allen (foto de la derecha), Jacques Berthet, John T. Whitaker, Marcel Dany y, sobre todo, el portugués Mário Neves. Los métodos de Pilo consisten en la gestión de todo material que pueda justificar sus teorías, y en la ocultación de toda información que pueda contradecirlas. Con estas premisas, y a pesar de que La matanza de Badajoz ante los muros de la propaganda se promociona como "el único trabajo hasta ahora que ha investigado todas y cada una de las fuentes periodísticas, militares y testimoniales disponibles", podemos hacernos una idea de lo que nos encontraremos en su interior, para que a nadie le pille de sorpresa. Tampoco desanimo a nadie a leerlo, porque es la mejor manera de comprobar el grado de credibilidad que alcanza. Yo, si tengo estómago, también lo haré.
Tampoco hay que darle tanta publicidad. Pilo es un pobre diablo que sólo busca notoriedad. El problema es que estos timadores han encontrado un público ávido de esconder las barbaries del fascismo; no son capaces de afrontar sus tropelías.
ResponderEliminarLo cierto es que alguien edita sus obras y las pone a la venta, y alguien las compra, por lo que me parece que lo más justo es desenmascararle. Y sí, supongo que tiene un público muy predeterminado, con eso ya cuenta.
ResponderEliminarUn saludo.
Lo que yo no entiendo es que se critique un libro ( el autor de este blog ) sin haberlo leido.
ResponderEliminarSi lees el post lo entenderás perfectamente. Simplemente pongo en antecedentes sobre quién escribe el libro y explico su finalidad. En ningún momento entro a valorar su contenido porque, efectivamente, aún no lo he leído. Saludos y gracias.
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